Con motivo del centenario de Luis García Berlanga, el Festival Internacional de Cine de Huesca presentó en un vermú el libro ¡Hasta siempre, Mr. Berlanga!, escrito por Luis Alegre. Para hablar de la obra del cineasta, se unió a su autor el ilustrador y diseñador gráfico Isidro Ferrer. Tanto Alegre como Ferrer comparten un pasado común relacionado con el cineasta, y es que ambos fueron extras en la película La vaquilla, rodada en Aragón en 1985.
“Es un libro que me encargaron a propósito del centenario”, contó Alegre. “Mi intención fue hacer un volumen destinado a gente que normalmente no lee libros de cine. Hace años daba unas charlas a unos alumnos de máster en la Universidad de Zaragoza, y como todos venían de diferentes carreras, les hacía un cuestionario al principio para ver en qué nivel cultural me movía. Les preguntaba por autores y sus obras: quién escribió Campos de Castilla, qué cuadro firmó Pablo Picasso… Y en general eso son cosas que le suenan a la gente. Pero no conocen a los grandes clásicos del cine, mucho menos del cine español. Un día, en vez de repartir el cuestionario, tuve que dictarlo y un alumno me preguntó si Viridiana se escribía con b o con v. Me di cuenta de que los cinéfilos somos una secta, creemos que todo el mundo sabe de lo que hablamos, pero no es así. Y es una pena porque, en el caso de Berlanga, conociendo su cine conoces mucho mejor la entraña de nuestro país. Te sumerge en España con una verdad que tienen muy pocas cosas”.
Las berlanguianas anécdotas del rodaje compartido de La vaquilla coparon gran parte de la charla. Alegre contextualizó la obra, no solo entre la cinematografía de su director, sino también en su propia historia personal.
“Cuando comienza la Guerra Civil, Berlanga no se preocupa demasiado, hasta que le toca ir a trabajar de enfermero a Teruel y ve los estragos del conflicto. No solo se enfrenta a eso, sino que su padre es condenado a muerte. Su madre piensa que, si alguno de sus hijos se une a la División Azul, puede que le conmuten la pena al padre, así que Luis, que se sentía atraído por el falangismo y quería además impresionar a una chica, se apunta a la División Azul. De allí vuelve totalmente conmocionado, cambiado y reacio a cualquier forma de totalitarismo. Es anticomunista, antifascista y antifranquista, y el resto de su vida solo se siente libertario. Además, aunque a su padre le conmutan la pena por cárcel, no lo hacen porque su hijo haya ido a luchar sino porque su familia soborna a la autoridad. Todas estas vivencias revolucionan a Berlanga. Cuando decide ser director de cine, la primera historia que imagina es una visión humorística alrededor de la Guerra Civil que incluye una propuesta de reconciliación y el mensaje subliminal de que la guerra la habían perdido todos los españoles. Porque, según Berlanga, la única ganadora de la guerra había sido la Iglesia Católica. Intenta rodarla durante el franquismo y, por supuesto, la censura no le deja. No consigue llevar a cabo esta historia hasta después de la muerte de Franco, y por eso le tiene tanto cariño a La vaquilla, porque aspiró a rodarla desde el principio”.
Rubén Moreno, director del Festival, introdujo en la charla la dificultad de trasladar el cine del valenciano a otros países por, entre otras cosas, su costumbre de crear diálogos en los que los personajes se pisaban unos a otros continuamente, algo muy español. Ferrer y Alegre añadieron que, efectivamente, esa era una de las dificultades de su cine, y que eso lo habían sacado él y su guionista, Rafael Azcona, de sus sesiones de escritura en el madrileño Café Comercial, en el que apuntaban y atendían a las conversaciones entre clientes que se solapaban mientras ellos estaban en el local.
Gonzalo Suárez, Premio Luis Buñuel del Festival Internacional de Cine de Huesca, también se unió a la charla. Recordó que el director de fotografía de esa película, así como de muchas otras de Berlanga, había sido su hermano, Carlos Suárez, fallecido en 2019. También añadió que, aunque le encantaba Buñuel, se sentía hermanado con el cine de Berlanga. El vermú acabó con el agradecimiento de los participantes y el grito unánime de “¡Viva Berlanga!”.