La directora española Icíar Bollaín recibirá el Premio Ciudad de Huesca el próximo 9 de junio en una gala programada a las 22.30 horas en el Teatro Olimpia en lo que será la jornada inaugural de la cuadragésima edición del Festival de Cine de Huesca. La directora de Te doy mis ojos o Flores de otro mundo ha sido la elegida por la Fundación del Festival de Cine de Huesca para recibir un galardón que el certamen oscense entrega desde 1991 y que han recibido, entre muchos otros, directores como Carlos Saura (1991), Arturo Ripstein (1995), Gracia Querejeta (2006), Montxo Armendáriz (2010) o José Luis Guerin (2011).
La realizadora madrileña recibe este tributo como homenaje a una carrera cinematográfica brillante y comprometida, primero como actriz, con una treintena de papeles desde que debutara a sus 15 años de la mano de Víctor Erice (El Sur), y después como directora, tanto de cortos como de largometrajes, que la ha llevado a consagrarse como una de las figuras de referencia del cine español. Como actriz, Iciar Bollaín adquirió reconocimiento y protagonismo para el espectador español cuando encarnó a una miliciana del POUM en Tierra y Libertad, una película que terminaría influyendo poderosamente en su vida, pues no en vano la vinculó con el director británico Ken Loach, al que desde entonces pareció ligada en ese cine de compromiso social que ambos han encarnado y liderado en el panorama audiovisual europeo.
Semblante
Icíar Bollaín (Madrid, 1967) es una de las figuras más representativas del cine español de las dos últimas décadas. Su filmografía como directora compuesta por Hola, ¿estás sola?, Flores de otro mundo, Te doy mis ojos, Mataharis, También la lluvia, Katmandú, un espejo en el cielo, sus cortometrajes, y su trabajo como actriz en más de 30 producciones para cine y televisión, loconfirman. Ganadora de múltiples premios y reconocimientos en festivales de España y el resto del mundo, Bollaín hoy día es un referente. Es una realizadora con una importante marca autoral, que logra equilibrar historias íntimas con problemáticas sociales. Es decir, a partir de historias muy particulares y puntuales, toca algunos de los grandes temas de la vida en la comunidad contemporánea. Bollaín es uno de los emblemas del cine comprometido de hoy. Pero, de ninguna manera su cine es panfletario, ni recae en paternalismos o «buenismos» gratuitos, pues se aproxima a las historias y a los personajes con respeto, complejidad y verosimilitud. La obra de la realizadora madrileña siempre está del lado del oprimido, pero, parafraseando a Cioran, jamás olvida que ellos están amasados con el mismo barro que sus opresores.
De una pulcritud formal sorprendente, de gran inteligencia comunicativa, desdeñosa de maniqueísmos baratos, de una notable efectividad narrativa, repleta de cargas de emotividad, la obra de Icíar Bollaín denuncia el lamentable estado del mundo. Pero, tal vez lo que es más importante, también encuentra la capacidad de redención en sus personajes. Pocas veces un director se ha aproximado con tanto tino, sutileza y lucidez, a temas tan delicados como la migración, la intimidad, la violencia de género, los conflictos sociales o la colonización de América. Esta es una obra que, atravesando el alquitrán en el que estamos hundidos, busca la humanidad del ser humano. En tiempos cínicos y descreídos eso es encomiable.